El niño se auto-construye permanentemente.
¿Cómo lo hace? Lo hace a través de su interactuar con el entorno. El la metodología de trabajo Montessori llamamos a este entorno el ambiente preparado. Este entorno son los espacios físicos que le rodean, como las distintas salas, patios y demás espacios donde se mueve. Parte de este ambiente preparado son además los espacios relacionales o socio-afectivos, que incluyen, sin excepción, a todas las personas que habitan su entorno escolar.
Partiremos por lo tanto desde el deseo de proporcionar a los niños y jóvenes espacios físicos que respondan a sus necesidades de construcción interna, sus necesidades estéticas, físicas, emocionales, sociales y cognoscitivas. Las necesidades espirituales las incluiremos en la emocionalidad del niño.
El método Montessori conlleva la idea de que los espacios escolares deben permitir que el niño se mueva con autonomía para poder elegir las tareas educativas que le permitan satisfacer sus necesidades de construcción de sí mismo, de aprendizaje y de maduración personal.
Esta autonomía se basa en el concepto del desarrollo de la libertad responsable. Este tipo de libertad se ejercita partiendo desde los bebés menores de tres años, dándole al niño la posibilidad de mucho movimiento, y guiando este movimiento desde una relación gentil, aceptadora y amorosa pero a la vez centrada en un adulto seguro, sereno y confiable. Debido a esta alta necesidad de movimiento, todos los espacios escolares deben poder ser recorridos autónomamente por los niños. Idealmente, los niños además podrían modificar algunos de estos espacios para adecuarlos a los múltiples quehaceres que suceden en el interior del espacio escolar, sean estos de índole académica, de cualquier otro tipo de aprendizaje o bien de juegos libres.
Proponemos aulas de clases con mucho espacio de recorrido libre, tanto como espacios externos que permitan el descubrimiento. Esta propuesta descansa sobre la idea de que escuchar a otros en inmovilidad forzada no construye conocimiento, ni construye por lo tanto a la persona. Creemos que es mayormente el trabajo práctico, directo, y por lo tanto la propia experiencia sostenida en la libertad de acción, la que aporta al aprendizaje significativo. Estos son los principios de la llamada “escuela activa”.
Los sentidos, siempre unidos a procesos cognitivos, son los exploradores del mundo y abren el camino al conocimiento. Así, la interacción con el entorno físico que circunda al niño, abre el camino al conocimiento.
Vivir es conocer. Y para conocer, para aprehender el mundo, el niño necesita esta interacción directa y también facultades de concentración. El niño más pequeño desarrolla la concentración en la medida en que fija su atención en algún tema o en alguna tarea que realiza con sus manos. El niño mayor, de Taller 2 para adelante, además de sus manos a menudo se recoge en el estudio de temas abstractos.
Espacios de recogimiento, por lo tanto, deben proporcionarse y resguardarse, para evitar las distracciones normales en una metodología activa donde suceden muchas cosas a la vez.
Le proporcionaremos estructuras donde pueda descubrir y ejercitar permanentemente su cuerpo y su mente, siempre inmerso en la interacción transpersonal. Su eje, a partir de los 6 años, es social. Trabajos en grupo y actividades compartidas son fundamentales.
Montessori habla de ambiente preparado refiriéndose a salas de clase explorables que contengan mucha luz natural, que permitan espacios comunes para el grupo-curso entero, tanto como nichos para grupos pequeños. El trabajo individual de pupitre también será necesario ya que el niño registra lo que aprende.
Los múltiples materiales educativos y también los trabajos confeccionados por los niños mismos (de ahí el término “taller”), deben tener lugar para poder ser expuestos.
Estamos muy conscientes de que un niño, niña, jóven, docente o personal auxiliar, directivo o administrativo, en fin, toda persona que convive en el espacio escolar, está permanentemente sujeto a un mundo de emociones que van permeando todo su actuar en el mundo en el que se mueve.
Comprobamos reiteradamente que los espacios físicos que preparamos a diario contribuyen en gran medida a generar toda una red de emociones que van de la mano y que determinan en gran medida las acciones concretas y cotidianas que realizan todos los que ocupan estos espacios.
No es fortuito que diseñemos salas con mucha madera a la vista, con materiales naturales, ojalá barros, textiles, cerámicas, bambú y totoras. Salas donde los detalles ornamentales incluyen muchísimas plantas vivas, que los niños cuidan y que otorgan a los espacios el vínculo con la naturaleza.
Rodear a las personas de elementos naturales y de la naturaleza misma nos parece absolutamente imprescindible. Comprobamos que la inmersión en ambientes naturales serena, complace, centra y beneficia de muchas maneras a las personas de todas las edades. Evidentemente, también sabemos que los niños, sobre todo los más pequeños, son más sensibles a los entornos físicos ya que su etapa de desarrollo es innegablemente más concreta y están ligados al entorno sensorial de una forma más directa y primaria que los mayores, quienes pasan paulatinamente a una forma de existencia cada vez más cerca de la abstracción de ideas en donde les es posible, hasta cierto punto y con mucha variabilidad entre persona y persona, abstraerse con mayor facilidad de lo físicamente circundante.
Sin embargo pensamos que en un mayor o menor grado, todos estamos determinados por la calidad y por la calidez que recibimos a nivel sensorial de los entornos en los cuales nos movemos.
Sabemos que los niños pasan muchísimas horas diarias en el Colegio. Deseamos otorgarles espacios bellos, cómodos y cálidos, donde una ventana desde la cual se vea toda la gama de tonos naturales que otorgan las hojas de las plantas, las maderas de los troncos y ramas, los grises de las piedras, los ocres y marrones del suelo sean decoración suficiente para adornar los espacios interiores. Por lo demás, muchas paredes van siendo ocupadas por los mismos trabajos expositivos de los niños a medida que avanza el año escolar.
Para las salas de los alumnos mayores, seleccionamos obras de arte significativas para ellos, que desarrollen una sensibilidad estética y una capacidad de apreciación de lo bello.
En cuanto al diseño de los espacios exteriores, necesitaremos distintos tipos de ellos:
- Espacios que permitan un recorrido, de senderos trazados que inviten a caminar entre areas verdes, arbustos, matorrales, árboles, pastos etc.
- Lugares de descanso, (los niños pidieron pasto para tenderse al sol) también con banquitos o elementos naturales como piedras grandes o troncos para sentarse. Si estos banquitos se enfrentan en ángulos o semicírculos, mejor, ya que permiten que sean lugares de reunión para grupos pequeños.
- Un lugar para excavar, como una fosa con arena, por ejemplo.
- Una cancha reglamentaria para deportes. Eventualmente, esta cancha podrá tener tarimas escalonadas para acomodar a espectadores.
- Lugares no estructurados pero libres de obstáculos donde poder correr.
- Estructuras para trepar. Hay una existente que se puede trasladar.
- Otra petición de los alumnos mayores: mini-patios adyacentes a su Taller, donde reunirse a realizar trabajos. Talvez semi-cercados por pircas de piedra de baja altura que permita sentarse sobre ella.
- Posibilidad de agua que circule, no estancada.
- Lugares para hacer huertos escolares.
María Rosa
